sábado, 16 de mayo de 2009

Cuando la vida no es sencilla

Hace aproximadamente un año entró en mi vida, de forma política, un gatito. No recuerdo el tiempo que tenía, creo que semanas, y era todavía muy pequeño, tanto que parecía imposible que un animalito así pudiera prosperar por sus propios medios. Comentan que el primer día se lo pasó todo maullando imagino que llamando a su madre en aquel ambiente desconocido. Pero eso le duró un día y en poco tiempo se había convertido en compañero de juegos de los cachorrillos de perro que junto a él se criaban. De hecho a veces parecía un perro ya que iba con ellos y como ellos se comportaba, en vez de hacerlo con la habitual indiferencia de un gato.







En aquellos días le cogí mucho cariño, quizás precisamente por haber conseguido adaptar tan bien o por verlo como al resto de los cachorros. En los meses siguientes se fue haciendo cada vez más y más grande hasta llegar a un buen tamaño, lo que junto con un pelaje atigrado muy lustroso lo convertía en un animal muy bonito. Pero ya era un gato, independiente gato, y tratar con él se hacía más complicado. De hecho, creo que recuerdo las dos últimas veces que lo vi. La penúltima estaba en el tejado de otra casa a la que según parece le gustaba subirse. Estaba maullando hasta que al final parece que se decidió a intentar bajar por sus medios. Y la última pasó por mi lado sin echarme mucha cuenta. Intenté acariciarlo pero no lo conseguí.

Y ayer llegué y no lo vi. Pero tampoco me di cuenta, claro, pues era lo normal. Era lo normal hasta que me dijeron que lo habían atropellado, posiblemente durante la noche o a principios de la mañana. No es algo inusual en una carretera por la que muchos coches van a velocidades de vértigo aunque yo pensaba que a un felino ágil y desconfiado sería más complicado que le pasara cualquier cosa.

Y aquí llega en enlace con la entrada anterior. Cuando me lo comentaron, la verdad es que tampoco supuso un shock para mí. No solía tratar con él, no lo había visto desde hacía tiempo y, claro, me dio pena pero tampoco me noté muy afectado. En cambio hoy cuando ya he querido buscar las palabras, los recuerdos y en menor medida las fotos, sí que he notado ese pequeño desgarro. Era el primer gato con el que realmente he tenido un mínimo trato. Sigue quedando uno, pero no he tenido apenas trato con él. Todo lo más cuando los veía a los dos jugando.

Junto al sentimiento van también razonamientos como que nunca sabes qué puede pasar. Hace un mes fuimos a visitar a una persona a Almería, ahora esa persona descansa en paz. Hace un año jugaban juntos dos cachorros de perro y uno de gato. Ahora solo queda un adulto que esperemos que nos dure bastante más tiempo. Además, también me pongo a pensar en lo duras qué eran las condiciones hace tan solo cien o doscientos años para la mayoría de las personas o ahora para muchas. Algo así como para los animales o las plantas que viven en el campo o en plena naturaleza.

En el campo de fútbol creció una pequeña florecita en uno de los laterales. Esa flor daba una idea acerca de si el balón había salido o no. Ha durado allí un par de meses porque ya está la pobre prácticamente seca pero imagino que el año que viene lo mismo revive (o algún descendiente) en el mismo sitio aprovechando que las raíces de esta han debido agrandar mínimamente el sustrato de tierra que tenga. A base de hacer eso una y otra vez, año tras año podría llegarse a un árbol cuyas raíces levantaran el abandonado cemento. Todo un ejemplo de constancia que nos da la naturaleza. Pero a su vez todo un ejemplo de lo dura que puede ser la vida cuando la vida no es sencilla. Y a veces la vida no es sencilla ni para un gato semi-doméstico.

Un saludo, Domingo.

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