O más bien debería decir sin proyecto en el trabajo. Ahora mismo me encuentro en una curiosa situación en la que hacía ya al menos 8 años que no me encontraba. Ya acabé el último proyecto y ahora mismo hasta que empiece el nuevo me dedico a las cosillas que van saliendo: echar una mano por aquí, hacer una traducción por allá, etc. Lo que está claro es que las medidas en la empresa privada cuando alguien no tiene una labor encomendada, digamos de nuevo sin trabajo, son diferentes a las de la empresa pública. Bueno, creo que ya está bien la cosa de economía, probablemente es hora de reconducir la deriva que podía tener el blog en sus dos últimas entradas.
Y nada, a ver qué tal evoluciona la cosa en los próximos días. Eso es incierto, al menos para mí. De igual forma que desconozco el día que firmaremos la hipoteca. Probablemente dentro de un par de semanas la cosa de la casa estará lo suficientemente clara como para entrar con el mazo derribando alguna que otra pared. Siempre me he considerado un renacentista frustrado y la frustración viene del único sitio de donde podía venir, de la incapacidad personal para hacer bien todas y absolutamente todas las cosas. Entre las numerosas cosas que hago mal están lo de jugar al fútbol (el hattrick se me da mejor) o las artes plásticas en general.
Pero bueno, frente a la incapacidad está también la insistencia, la perseverancia y el atrevimiento. Hay personas a las que la comodidad les puede; a mí también, aunque no siempre :-). Y en esta ocasión espero que tampoco me pueda. Hasta ahora he hecho dos tonterías como albañil si es que a mojar algo de cemento blanco y pegarlo en un hueco hasta taparlo se le puede llamar así. Ahora me tocará llegar con el "pica-pica" y sacar el niño que llevo dentro.
Y es que aunque parezca mentira, ya como niño tuve en una ocasión que hacer gala de mis habilidades destructivas más que de las constructivas y del tesón más que del artesonado. No recuerdo la edad que tendría, quizás en torno a los 10 años. El caso es que frente a mi casa había una piedra que a mí me parecía enorme (debía llegarme al esternón). La piedra estaba compuesta por un aglomerado de otras piedras unas más grandes y otras más pequeñas. Recuerdo también que había gente intentando partirla a base de pedradas de diferente calibre. Ellos se cansaron pronto pero recuerdo que yo estuve un par de días golpeando y golpeando hasta que la piedra se resquebrajó por un sitio lo suficientemente centrado como para poder considerar que lo había conseguido.
Y esa no fue mi único entrenenimiento pedregoso. Recuerdo también cómo se dejaron en el mismo descampado unos adoquines con el tamaño ideal para que cupieran en mi mano. Yo los cogía y cual Supermán Martínez (el apellido es casualidad, él con mi edad seguro que no sólo tiraba la piedra mucho más lejos sino que también hubiera podido tirarme a mí sin problemas :-D) la lanzaba intentando batir mi propio récord. Así recuerdo haber pasado varias tardes entrenando mi magra musculatura :-).
Y ya el último fue hace casi dos años y medio cuando tuve que subir (con la ayuda de mi hermano y de otro Supermán pero de 17 años) la cerámica al apartamento en obras. En esa ocasión subí tres palés durante un par de tramos de escaleras hasta el punto donde mi hermano y el otro chico los cogían para meterlos primero en el ascensor y posteriormente en la casa. Fue una tarde ajetreada, sí señor.
Así que nada, a ver cuándo tiene lugar el momento y cómo se desarrolla esta vez.
Un saludo, Domingo.
martes, 10 de febrero de 2009
Sin trabajo en el trabajo y bastante esperando fuera
Etiquetas:
diario
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