Últimamente vinen a mí algunos que otros pensamientos que son cuando menos curiosos. Así a bote pronto recuerdo sobre todo el miedo que pasé la semana pasada cuando además de no poder dormir por el dolor de espalda, me costaba respirar. Por otro lado, eso me hizo valorar más si cabe a todas las personas que conozco que sufren de dolores de espalda crónicos y, claro está, a mi madre que es una de ellas.
Otro pensamiento que me viene es probablemente el mismo que experimenta un bebé cuando le enseñas algo, lo tapas haciendo ver que ya no está para finalmente destaparlo y ver que sigue allí. En mi caso personal, eso de dejar de ver algo durante un tiempo pero saber que está ahí detrás, es algo que evidentemente tengo dominado desde que era bebé. Pero hay otros que todavía me cuestan algo de trabajo. En particular, siempre me asombro un poco cuando tras no pasar por el piso durante una o dos semanas, encuentro todo tal como se quedó, ni más ni menos. O, en un grado superlativo, cuando tras recorrer los 2167 kilómetros que hay (o dicen que hay) entre Málaga y Bratislava ... dos veces en unas 15 horas de viaje, me encuentro con que las cosas del apartamento de Bratislava están tal y como las dejé.
Por hacer una similitud, es como cuando veo las cosas que se mueven en un remolino de viento en una esquina. Sabes que funciona así, sabes que la corriente de aire ha formado un remolino en ese sitio y por eso se mueven las cosas, pero no deja de haber algo casi sobrenatural. O cuando un imán atrae un objeto a distancia. Estas cosas nos llaman la atención, a mí al menos, porque van en contra de lo que la experiencia te dice una y otra vez. Y la experiencia te dice que las cosas no se mueven solas, que si vas un día a un sitio lejano y vuelves al cabo del tiempo ese sitio habrá cambiado.
Había un tercer pensamiento que tenía y que ahora mismo se me ha ido de la cabeza así que imagino que no merece ser catalogado como tal :-). Así que me centraré en el primero, también basado como el anterior en pulsiones primarias.
Afortunadamente, tengo una personalidad que no suele darle a las cosas más importancia que las que tienen y si te pasa algo bueno pues tampoco hay que andar pegando saltos pues no lo va a convertir en mejor, y si te pasa algo malo pues parecido. En realidad yo creo que más bien todo se reduce a si es una situación que yo controlo o que me controla y, afortunadamente, no me suelen controlar las situaciones/emociones.
Pero sí que hay veces en los que yo siento que no controlo totalmente la situación. Es más, en muchos casos lo que pasa es que no la comprendo. En ese caso intento de todas las maneras intentar comprender qué pasa y cómo se podría revertir la situación. A veces basta simplemente con saber qué pasa y si se puede hacer algo o no. Otras veces el problema está en que sabes qué pasa pero no si se puede solucionar. En ese caso me visto de científico y procuro pasar el tamiz de todas la posibilidades para ver qué ocurre.
Por último, hay veces en las que te quedas pensando que lo que sea no tiene solución y te torturas pensando que debe haberla pero no eres lo suficientemente hábil como para encontrarla.
Lo de la espalda de la semana pasada fue una mezcla de todas las posibilidades. No terminaba de saber concretamente qué podía tener en la espalda y por qué me dolía. De las suposiciones que hacía, tampoco podía conocer cuáles eran las más acertadas y cuáles las menos. Y por último, de las que consideraba probables, aunque no fueran seguras, tampoco sabía si tenía solución o cuál podría ser esta.
El caso es que me asusté y el hecho de no tener atado y bien atado a quién podría llamar, cómo podría hacerlo, si me dirigiría a un Hospital de Viena o bien de Bratislava ... esto tampoco me ayudaba. Sin duda es mucho mejor cuando conoces el terreno que pisas. La buena noticia es que cuando me vuelva a doler la espalda así, ya sabré de qué va esto. La mala es que si me vuelve a doler la espalda así, al día siguiente tendré tanto sueño como el que probablemente tengo hoy. Así que nada, a dormir se ha dicho.
Un saludo, Domingo.
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